Hoy me miro al espejo,
pero, ¿qué puedo ver?
No se ve nada,
no hay esencia ni ser.
Una profunda herida
se transforma en una espiral.
Vueltas y vueltas
hacia abajo nada más.
El espejo está roto,
sus pedazos por los suelos
y me arrastro allí
para lamer de ellos.
El corte es profundo,
la sangre brota por mi paladar.
Tinta roja derramada
en la mirada de un cristal.
La habitación se vuelve grande
y yo me vuelvo pequeño.
La oscuridad crece
y en la espiral cae mi cuerpo.
Mientras caigo
me hago heridas
en mi mente,
pero sigue viva
y conoce el dolor
como el primer día.
Y los cristales
muestran figuras
que con mi sangre
hacen pinturas
en mi mente
dibujando la locura.
La espiral continúa
y no sé donde está el final
no sé si lo tiene,
sólo sangro y caigo sin parar,
sangro y caigo,
sangro y caigo,
sangro y caigo,
sangro y caigo,
sangro y caigo,
sin parar, sin parar.
Del cero fui al uno
del uno al cien,
del cien al mil
y en el infinito me quedé
Si vuelvo, no volveré al cero,
volveré al uno otra vez
y del uno al infinito de nuevo.
Por eso no para de crecer,
pues no hay principio ni fin
en la espiral de mi perder.
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