lunes, 17 de mayo de 2010

Engel

Era una tarde de invierno en la ciudad de Hamburgo. Habíamos estado bajando la calle con un trineo todo el día. Para nosotros era lo mejor que nos daba el invierno, a parte del chocolate caliente de los vecinos suizos. Esa tarde volvimos antes de lo habitual, ya que llegaba nuestro abuelo a la ciudad. Nuestro abuelo vivía en un pueblo bastante lejos y siempre que venía a vernos nosotros le íbamos a buscar a la estación, menos esta tarde que ya estaba en casa cuando llegamos. Todo una sorpresa para nosotros.

Antes de llegar a casa me crucé con un señor muy triste. Llevaba la mirada perdida en el suelo y las manos metidas en los bolsillos. Su paso era lento y parecía que no sabía a donde ir. Me fije en su cara y no lloraba, algo que me choco porque la gente cuando estamos tristes lloramos. Cuando se murió nuestro perro me acuerdo que me puse muy triste y lloraba océanos todos los días. O cuando mi hermano mayor suspendió álgebra y mi padre le castigo. También lloró como yo. Pero aquel hombre no lo hacía. Sabía que estaba triste, pero no lloraba. Baje mi mirada un poco y vi un mordisco en su cuello. Me parecía muy extraño aquel misterioso hombre, y aún más cuando te lo estas pasando super bien con tu hermano y ves a alguien que no se lo pasa igual de super bien que tú.

Al llegar al fin a casa vi a mi abuelo sentado en el sillón fumando de su pipa. En otras ocasiones hubiese ido corriendo a sus rodillas a abrazarle, pero teniendo en mi cabeza a aquel hombre era imposible.

-¿Qué te ocurre Frank? ¿No vas a dara tu abuelo un abrazo?-

-Abuelo, ¿se puede estar triste sin llorar?-

Mi abuelo me regalo una de esas sonrisas a personas inocentes o ignorantes como era mi caso y me explico:

-Pues claro, hay personas que no saben hacerlo. Les resulta muy difícil poder expresarse ya que...-

-Tienen un mordisco en el cuello, ¿no?-

-Ahh...Entonces la cosa tiene otra historia.-

A mi abuelo le encantaba contarme historias para explicarme por qué sucedían algunas cosas en nuestro día a día. La historia que me contó nunca se me olvidará.

"Hace casi un siglo, a principios del siglo XIX, vivía un joven aristócrata en esta ciudad. Era músico, componía y tocaba el piano. Era bastante conocido en toda Alemania, de hecho algunos príncipes de las antiguas dietas le contrataban para que tocase en sus enormes salones que había en los palacios. Pero un día su mujer murió mientras tocaba para un príncipe. A partir de ese día dejo de tocar para los demás y se encerró en su cuarto con su piano tocando para el mismo la misma melodía todos los días.

Uno de sus criados se alarmó, ya que todas las noches se oían gritos de la habitación del pianista. Cuando quiso socorrerle ya era demasiado tarde, los gritos habían cesado y ya estaba tocando nuevamente la misma melodía de siempre, pero aún así entro y vio un mordisco en el cuello de su señor. Asustado, el criado fue a preguntar cómo y quién le ha hecho eso, pero no tuvo respuesta alguna, sólo se oía la canción bajo unas pesadas manos con mirada perdida y hundida. Triste, pero sin lágrimas alguna. Se podía oler el dolor que sentía, pero no había lágrima alguna.

Al día siguiente el criado se escondió detrás de las cortinas para poder atrapar a la bestia o el malhechor que estaba atacando al joven pianista. Llegó la noche y el pianista se fue a la cama. Todo parecía normal hasta que de repente se oía la canción que estaba tocando, pero cantada por la voz de una mujer. De repente, de la cabeza del joven sale un ángel. Era hermosa y se mostraba desnuda delante del muchacho. Pero aquella belleza en forma de luz se convirtió en oscuridad. Extendió unas alas negras y se puso encima de su víctima, mordiendo de su cuello mientras tarareaba la misma canción una y otra vez. Una mirada de placer se confundía con el dolor cuando el joven pianista contemplaba el cuerpo desnudo de aquel ángel, mientras le daba caricias entre gritos agonizantes.

El criado no pudo más a salió del escondite, pero aquella figura se desvaneció entrando de nuevo en la cabeza de su víctima. Cuando desapareció se levanto y como todos los días toco en el piano la canción que cantaba aquel ángel. Pero lo que más le sorprendió es que esa criatura era la mujer del pianista.

Es por eso porque hay gente que no puede llorar y está profundamente triste, porque viene el ángel de de nuestro pecado y bebe de nuestros deseos, dando el placer de que alcanzamos y quitándolo en el dolor de esa perdida que hemos alcanzado y ya no está, lo han bebido de nuestro interior. Y todas las noches aparece de nuestra mente para recordarnos eso. Por eso están tristes y no lloran, porque se ha llevado todo."

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