domingo, 20 de diciembre de 2009

Das Ich

El último rayo de Sol acarició la ciudad. La oscuridad reinaba ahora aqui. Caminaba confuso, perdido y asustado por las lúgubres calles de Angst. Los edificios formaban figuras terroríficas, parecían centinelas de hierro que custodiaban el cielo y te impedían ver más allá de las estrellas. Parecía que estuviese atrapado en un laberinto de metales oxidados y cristales rotos.

Las horas iban pasando y parecía que sólo me hubiese movido un segundo, sin avanzar nada. Me hacía más pequeño y la ciudad crecía aún más mientras la soledad me llenaba. Daba lo mismo. La derecha y la izquierda no existían, sólo amasijos de metales existían esta noche. Pero había algo más que metal en la ciudad. Unos pasos escuché a mis espaldas. Cada vez los sentía más y más cerca. No lo pensé y guiado por el pánico salí corriendo sin ningún rumbo. Corrí, corrí y corrí, pero no me quitaba el sonido de sus zapatos en mi cabeza. De repente me tropecé con el bordillo de la acera y me caí al suelo. Aturdido ví su silueta cada vez más cerca. Inmóvil permanecía por el miedo ante su presencia.

Aquella misteriosa figura sacó un chuchillo y vi en el reflejo de su arma su rostro. Era mi rostro, su rostro era el mío. Sin mediar palabra me abrió las tripas y se metió dentro de mí.

Todavía permanece en mí. Durante el día duerme, pero por las noches me apuñala con sus palabras:

"Soy el miedo que desnuda tus penas.
Soy la máscara de tus mentiras.
Soy el alimento de tu agonía.
Soy la voz que inunda tus pesadillas.
Soy la ira que tu razón ciega."

Pero ya no sé quién es quién si yo soy aquella víctima que escucha la voz o soy aquel asesino que mata con palabras y pensamientos a un pobre chico.

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